Es una forma de comer cereal integral sin apenas darnos cuenta, porque no se parece en nada a lo que nos venden como cereales integrales de desayuno y no está cargado con todos esos azúcares que esconden estos últimos. Las avena, además de hacer que aguantemos muchas horas sin necesidad de comer, gracias a su fibra y su poder saciante, contiene proteínas, vitaminas del grupo B y E, calcio, fósforo, potasio y magnesio. Vamos, que es oro puro para ayudarnos con el colesterol, la tensión y a proteger el estómago. ¿Qué más le podemos pedir?.
Ingredientes
1 tacita de copos de avena
1 tacita de leche
Preparación
Es tan sencillo como calentar la misma cantidad de leche y avena en una cazuela hasta que la mezcla empieza a espesar y ponerse cremosa. Como se puede ver en las fotos, al principio la leche está líquida y luego ya va como desapareciendo y quedando cremosa, de modo que si pasas la cuchara, queda el hueco en el cazo con restos de esa "papilla" de leche.
Lo ideal es comer el porridge recién hecho, calentito, acompañado de lo que más nos guste; en mi caso, hoy ha sido con un chorrito de sirope de ágave, pero se puede acompañar de arándanos, fresas, nectarina, manzana, plátano, nueces, semillas de chía, miel, canela... También se puede comer tal cual, sin necesidad de añadir azúcar ni edulcorantes ni frutas, puesto que la avena ya tiene un sabor dulzón, que al juntarse con el de la leche, resulta muy agradable.
Si sobra (porque llena bastante) se puede conservar hasta dos días en el frigorífico.
¡A cargarse de energía buena desde por la mañana!