Este año no hemos comido ni una sola
torrija en Semana Santa y me había quedado con las ganas, así que como uno de
estos días nos han sobrado casi enteras las barras de pan, en lugar de rallarlo
me decidí a matar el gusanillo y preparar este postre de aprovechamiento tan
bueno.
Especifico que son las típicas torrijas
de leche, porque en casa las hacemos también con vino dulce y con anís. Las
tres versiones quedan riquísimas, la verdad.
Ingredientes:
1 barra de pan del día anterior
1 litro de leche (en mi caso
semidesnatada)
5 cucharadas de azúcar
1 rama de canela
La piel de un limón (sin la parte
blanca)
2 huevos
Azúcar y canela en polvo para rebozar
Aceite de oliva para freir
Preparación:
Ponemos en un cazo al fuego la leche con
el azúcar, la ramita de canela y la piel de limón y dejamos que dé un hervor. Es
importante que la piel de limón quede finita, sin nada de parte blanca, porque
si no, amarga. Apagamos el fuego y tapamos el cazo, dejando que infusionen bien
la canela y el limón a la vez que se templa la leche.
Por otro lado, cortamos el pan en
rebanadas de al menos un dedo y medio de grosor. Preparamos también en un plato
la mezcla de azúcar y canela para luego rebozar las torrijas fritas y otro
plato con papel absorbente para cuando las vayamos sacando de la sartén.
Batimos los huevos en otro plato cerca de los fogones, para poder luego pasar
las torrijas a la sartén más fácilmente.
Ponemos a calentar el aceite en la
sartén y freímos en él unas cáscaras de los huevos que hemos batido, para que
así luego el aceite no haga espuma a la hora de freir las torrijas.
Cuando la leche se haya templado y ya no
nos queme, sacamos la canela y el limón y vamos empapando las rebanadas de pan
de dos en dos o de tres en tres (las que nos vayan a caber de una sola vez en
la sartén). Una vez que vemos que están bien blanditas, con mucho cuidado y
ayuda de una espumadera, las pasamos por el huevo batido y directamente a la
sartén a freir. El
aceite no debe estar humeando, sino a fuego medio. Cuando
veamos que se doran por un lado, las damos la vuelta con mucho cuidado y una
vez doradas por todas partes, las sacamos al plato con papel absorbente y repetimos
el proceso con más rebanadas.
Mientras se van haciendo más rebanadas
en la sartén y empapándose otras en la leche, rebozamos en azúcar y canela las
que teníamos escurriendo y las ponemos en la fuente donde las vayamos a servir.
Hay gente que las sirve luego con
almíbar de azúcar o de miel. A mi como me gustan es con un buen chorro de leche
con canela de la que sobra de empaparlas, que la cuelo y la dejo reservada en
un botecito. Si veis que no os ha quedado suficiente leche con canela para
acompañar, infusionáis un poco más.
Se me hace la boca agua sólo de
recordarlas. Que las disfrutéis.
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